La senescencia celular es una respuesta clave en el control del balance celular, mediante el bloqueo de división celular y la eliminación mediada por el sistema inmune. En los últimos años se ha hecho evidente la importancia de senescencia en diversas situaciones fisiológicas y patológicas como cáncer, desarrollo o envejecimiento, y se han sentado las bases para nuevas terapias basadas en senescencia.

El fenómeno de la senescencia celular fue descrito por primera vez por Leonard Hayflick hace algo más de 50 años, mientras estudiaba el comportamiento de células cultivadas en el laboratorio. Hayflick observó que células normales, no tumorales, experimentaban un número limitado de divisiones, después de las cuales entraban en una situación de ausencia de división, que definió como senescencia celular. Desde esta observación seminal, que marcó el inicio de esta área de investigación, hasta la actualidad, el campo de senescencia ha experimentado una expansión dramática.

Aunque durante un tiempo la senescencia sufrió una cierta mala prensa y fue criticada por algunos como una «rareza» propia de células en condiciones artificiales de cultivo en el laboratorio, el panorama ha cambiado de forma radical en los últimos años y hoy se reconoce a la senescencia celular como un proceso clave en situaciones patológicas y fisiológicas tan variadas como el cáncer, la fibrosis o el desarrollo embrionario.

Además de por la ausencia de división, las células senescentes se distinguen por una serie de rasgos morfológicos y moleculares, si bien ninguno de ellos es universal o completamente específico. Entre ellos destaca la presencia de una actividad Beta-Galactosidasa lisosomal denominada SA-BetaGal (Beta-Galactosidasa asociada a la senescencia) que permite identificar mediante una sencilla tinción la presencia de células senescentes tanto en el laboratorio como en tejidos humanos o de animales de experimentación.

A nivel molecular, la respuesta de senescencia está sometida a una estricta regulación donde juegan un papel esencial genes y vías alterados en cáncer, como Retinoblastoma, p53 y los productos del locus CDKN2A, p16INK4A y ARF(Salama et al., 2014).

Las células senescentes se comunican con su entorno, principalmente mediante un conjunto de factores solubles liberados por estas células, que se conoce como el fenotipo secretor asociado a senescencia o SASP (Kuilman and Peeper, 2009). La acción del SASP es clave en la actividad de células senescentes in vivo, de maneras muy variadas. El SASP puede extender el fenotipo senescente a células de su entorno mediante un mecanismo paracrino y promover la eliminación de células senescentes mediante el reclutamiento de células del sistema inmune.

Pero paradójicamente, el SASP también tiene efectos perjudiciales, puesto que puede promover
el crecimiento tumoral o causar deterioro de los tejidos durante el envejecimiento. Esta dualidad de senescencia, con efectos tantos positivos como negativos tiene importantes implicaciones para el papel de las células senescentes in vivo.

Sin duda, medio siglo después del descubrimiento de Hayflick, el campo de senescencia vive un momento excitante y, por primera vez en todo este tiempo, quizás no esté muy lejos la fecha en que aquella observación del comportamiento de células en el laboratorio se pueda traducir en terapias efectivas para enfermedades humanas.

Fuente: http://www.sebbm.es/web/es/divulgacion/acercate-nuestros-cientificos/2744-ignacio-palmero-junio-2018-la-senescencia-celular-un-viejo-conocido-con-nuevas-funciones

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